Hace un par de cursos descubrimos en mi antiguo cole el sistema de préstamo colectivo que ofrecía la Comunidad de Madrid. Se prestaban lotes de libros de todo tipo a instituciones y asociaciones que quisiesen promover la lectura. En mi colegio pedíamos cuentos en Educación Infantil para tener mayor variedad que contar a los niños y de paso, conocer nosotros nuevas historias interesantes que hiciesen disfrutar a los alumnos. Me parecía una iniciativa estupenda, de las pocas que promueve la Comundiad de Madrid para fomentar de verdad el placer por la lectura y conducir así a unos mejores resultados académicos y culturales. Pero con la crisis, lo quitaron de golpe. Yo me pregunto si tanto presupuesto se necesitaba para que una persona gestionase los contactos, otra revisase las cajas de lotes de libros y otra los distribuyese. Está claro que ahí no pensaron para nada en la educación y la cultura de los ciudadanos. Así que este curso, que he llegado a un cole que sólo tiene tres años en el que ni hay biblioteca de centro ni apenas cuentos en las aulas, son las familias las que nos prestan los cuentos que tienen en casa y yo visito la biblioteca del barrio. Y estoy aprovechando para comprarme algún que otro cuento que no conocía. En esta entrada me gustaría recomendaros uno de ellos, muy adecuado para niños de 2-3 años.
A mis alumnos les ha encantado y nos viene muy bien contarlo ya que algunos aún no controlan esfínteres por la noche y otros siguen llamando a mamá y papá para que les acompañen al cuarto de baño. Ya casi se lo han aprendido y me lo cuentan ellos a mí. Y después de leerlo varias veces y hablar de León y sus papás, hemos pintado al protagonista en el rincón de arte y lo hemos colocado en la puerta del cuarto de baño.